martes, 20 de octubre de 2009

Reality Show



La televisión, aquella caja idiota que nos cautiva hasta el grado de generar conductas antisociales, nos ha entregado programas para todos los gustos y fenómenos de audiencia que en muchos casos, siempre son de dudosa calidad. Otros, en cambio, se han convertido en verdaderos aportes a la diversidad pretendida por los canales, surgidos de las mentes de sus creativos en esos pocos minutos de lucidez que experimentan, enriqueiendo la parrilla programátia de cada estación televisiva, siguiendo, claro está, du línea ética y editorial. Pero, como buenas empresas, nuestros canales actúan en función del rating y los millones generados por los gentiles auspiciadores. Por tal motivo queridos tevitos, las líenas editoriales son dejadas de lado por esta competencia en pantalla y cada cierto tiempo, alguno que otro suceso mediático, con un contenido insignificante, se convierte en la estrella de la programación, remeciendo el ambiente farandulero, llegando para quedarse. Es lo que ocurre en estos días con los denominados Reality Show.
No es difícil comprender la temática de este bodrio televisivo, siendo tan simple que no existe riesgo de una trombosis, aneurisma o infarto cerebral al analizar su contenido, él cual no obedece sino a crear situaciones ficticias, haciéndolas pasar por realidad. Tampoco es complicado entender la necesidad de exponer pantalla la vida de un puñado de infelices desadaptados sociales, mas que nada, con el objetivo de ganar sintonía a través de mediciones tan clasistas como nuestra sociedad. Bueno, también encontramos otros objetivos por los cuales es importante que la moda de los Reality Show sea mantenida como parte de la entretención destinada a idiotizar a la masa: descubrir nuevas figuras que se transformen en rostros anclas para los canales, aunque depués queden a medio camino y nadie se acuerde de ellos. O también, reibir los buenos dividendos que otorgan las llamadas y mensajes de texto, convirtiendo el ciontacto con el público en un proceso gradual de estupidización mediática, recibiendo la desinteresada ayuda de espacios faranduleros que se convierten en programas satélites - o parásitos - y alguno que otro medio de prensa que profta de los escándalos ocurridos durante el encierro para lograr mayor circulación nacional, como Las Últimas Noticias o La Cuarta.
¿Y qué podemos decir de los concursantes? Muchas cosas que en todo caso, reflejan el espejismo creado para incentivar la búsqueda de fama fácil, por la cual bien vale un encierro por tres meses o más, sin contacto con el mundo exterior y haciendo de sus vidas un verdadero circo, sin saber si lo que muestran es una careta, un progresivo desequilibrio mental, traumas derivados de su resentimiento spcial o la verdad de su cruda existencia. Y aquellos que tengan o hayan tenido pitutos relacionados con el mundo televisivo, son potenciados en desmedro de quienes llegaron luego de sortear el casting masivo que dicho sea de paso, elige a los peores prospectos siguiendo pautas psicológicamente elaboradas, con tal de explotar al máximo el perfil de cada participante, fortaleciendo estereotipos tales como el muchacho tímido, la bonita sin cerebro, el imbécil arrogante, la chica no tan graciada pero inteligente, el payaso del grupo, el o la resentido/a social, los insatisfechos con su cuerpo, los crueles, astutos y promiscuos entre otros, que son tenidos por modelos, generando lealtad o rechazo por parte de los televidentes asiduos al morbo en pantalla. Y los canales, viendo en ellos una mina de oro, pasean sus rostros por todos los programas a través de maratónicos recuentos, entyrevistas a todo aquel que los conoce, exhibir sus grandiosas vidas y pontificar acerca de las tonteras que protagonizan mientras están encerrados. Si nos preguntáramos seriamente cuál es el aporte de este género televisivo, sólo una palabra se nos ocurre: ninguno. Entretención vacía y sin contenido, que lleva a quienes han participado al olvido y que deben recurrir a patéticas situaciones, excesos y escándalos para ganar pantalla y portadas al ser desechados por los canales.
Desde que en en 2003 llegó a Chile la moda de los Reality Show, hemos tenido aquellos que buscaron Protagonistas de la Fama que no aparecen, animadores que Tocando las Estrellas se perdieron en el espacio, príncipes y princesitas que se dieron cuenta del Amor Ciego, Protagonistas de la Música que desafinaron muy pronto, o lecciones de historia con 1810... Sean los que vengan, como 1910 y Pelotón, con versiones VIP y para el perraje, siempre será lo mismo, nada nuevo. Sólo servirán para subir los números del raiting, aunque han habido algunos que fracasaron en este intento de mostrar la ficción como algo real. Como si no tuviéramos suficiente con la vida diaria, que nos hace partícipes de su propia realidad.

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