lunes, 12 de octubre de 2009

La Fiesta de la Democracia


Cada vez que el deber cívico nos llama a las urnas y la dulce patria recibe los votos, se escuchan frases llenas de hipocresía demagógica para hacernos creer que con sólo marcar una raya en el nombre de un candidato, estamos realmente participando de un acto republicano que afianza nuestra institucionalidad política, pero, lo único que logramos es ser un peldaño más en esta lucha de élites por llegar al poder, que nosotros, ingenuamente, hemos dado en llamar democracia. Las caras sonrientes de los políticos y sus forzadas reflexiones en aras de una cultura democrática suelen ser muy risibles a la hora de ensalzar los magnos eventos eleccionarios, pues sus frases de lata para el bronce dan cuenta de su poca capacidad terminológica. Pues claro, porque eso de darle al proceso un carácter ejemplificador de la civilidad o consagrarlo como expresión de la ciudadanía, son formas de encubrir sus aspiraciones para ocupar un puesto en el Congreso o formar parte de un futuro gabinete ministerial, si es una elección presidencial. Sin embargo, lo que más llama la atención es de calificar a las jornadas plebiscitarias como la fiesta de la democracia.
A ver... aclaremos las cosas. Motivos que nos lleven a celebrar la elección de candidatos que en su campaña aparecían por las casas, se fotografiaban con la gente y regalaban calendarios con sus rostros adornados con una mueca en vez de sonrisa, sinceramente, no creo que existan, sobretodo si después de ser elegidos, brillan por su ausencia. Por tanto, el cotillón de urnas, sufragios, cédulas y locales de votación, hacen que terminemos bailando al ritmo del carrete electoral, donde por un breve momento, tenemos el poder en nuestras manos y que al salir de la cámara secreta, uno termina con la sensación de convertirse en el invitado de piedra del magno acontecimiento. Entonces, queridos contertulios, convengamos que la fiesta será para ellos, porque el jolgorio electoral es un banquete de grandes dividendos políticos. Frente a tanta ambición por ocupar un puesto queda la duda sobre si estos personajes tienen un verdadero compromiso de servicio público o sólo quieren asegurar su futuro a costa del esfuerzo diario de todos los chilenos. Da vergüenza ver como muchos de estos animales políticos (¿o políticos animales?), siguen celebrando, disfrutando de todos los beneficios que el Estado les otorga y para colmo, no cumplir con sus obligaciones para las cuales fueron elegidos, si no, vean el canal de la Cámara de Diputados y comprueben cuántos de nuestros fiesteros asisten a todas las reuniones legislativas...Como es un lugar lleno de alegría, nuestro Congreso Nacional es un templo del carrete representativo y quiérase o no, nosotros somos quienes les dejamos la mesa servida y ellos... ¡a festejar!.
Chilenas y chilenos, después de un bailongo que duró diescisiete años en donde otros estuvieron de alegre farra al son de melodías marciales, hemos visto cómo nuestras elecciones se han convertido en ocasiones para organizar malones donde cada partido quiere mostrarse como el invitado que ha traído más golosinas para picar, en este caso, parlamentarios, alcaldes y concejales. ¡La colectividad política que más tenga de éstos, será el alma de la celebración!. Es algo choriflái (como diría Papelucho) ver la deseperación de nuestras lumbreras de la democracia por entrar en la fiesta, donde los mejores trajes, sonrisas, caras felices y agradecimientos varios completan el cuadro de tan conmovedora intención de convertirse en parte de la élite gobernante. Los que no alcanzan a entrar, por supuesto, prepararán sus mejores galas, frases y ganas de ser los próximos. Como son muy golosos, amigos de los buenos manjares propagandísticos y gastando todo el dinero que la ley les permita, no se conformarán con las migajas, sino con la torta completa y no quedar bajo la mesa. Y nosotros, los electores, vemos desde fuera como nuestros parranderos la pasan muy bien y cuando queremos entrar, todo ya ha terminado y sólo queda una orquesta tocando, conformándonos con ser parte del baile de los que sobran.
Recuerden, queridos conciudadanos: cada vez que se acerque una eleccion, tendremos música alegre, globos, caravanas, serpentinas, afiches y demases, invitándonos a sumarnos a la parranda y trabajar por un aspirante a sinvergüenza... perdón... político. Veremos cómo nos ofrecen su mano para las fotos de campaña, rodeados de incondicionales y otros que sólo les acompañan para obtener algún beneficio personal, dejando tarjetitas de invitación que son la prueba de su intención, para votar por ellos en los puerta a puerta, colgando lienzos con sus nombres, afeando el entorno donde vivimos, debiendo soportar los minutos de propaganda en la televisión y en la radio... ¿Y eso es democracia? Lamentablemente, según la definicion moderna del término, el cual ha sido manoseado hasta la saciedad, sí, lo es, aunque sea injusto para nosotros, los gobernados, pues tenemos la desgracia de elegir entre lo peor, lo menos malo, ya sea por partidismo, en conciencia o simplemente, porque es lo que hay.
Siendo así, sólo nos queda por hacer una pregunta...
¿De qué fiesta nos están hablando?

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